Cuando uno piensa en ‘aprender’ un idioma, no parece creer realmente que lo aprenderá de forma que será capaz de ‘soñar en ese idioma’ o ‘hablar con naturalidad’. A lo máximo un gran porcentaje de individuos apuntan a que el aprendizaje de una lengua como el inglés, se atestigüe con un pedazo de papel debidamente legalizado, que indique que se cursaron los estudios básicos de la lengua por unos años o meses.
Claro que esto no es en sí algo malo. No todas las personas disponen del tiempo o de los ingresos necesarios para dedicarle tiempo completo al aprendizaje de idiomas. A menos, claro, que del aprender una lengua dependa su éxito laboral y/o su desarrollo intelectual.
Pero aceptémoslo, muchos de nosotros no engrosamos las listas de aquellos interesados en leer las obras de Shakesperare en el inglés original y menos en el inglés actual.
Sin embargo lo que hay que tener en mente de una forma muy clara y concisa es que no importa lo poco que estés dispuesto a aprender, lo mejor que se puede hacer es aprender ese poco de la forma correcta y de la mejor manera posible.
Claro que esto es difícil de acatar cuando a unas clases mínimas a la semana se le resta los días en que no se puede asistir a ellas por falta de tiempo o sobrecarga de trabajo, y encima de esto seguramente el entorno académico del instituto no promueve cabalmente, ni impulsa, a que el alumno desarrolle buenos hábitos de estudio o le pierda el temor a equivocarse. Entonces se tiene que la enseñanza media de idiomas en los institutos no es precisamente la mejor.
De ahí se saca que un gran porcentaje de estudiantes terminan ‘aprobando’ el curso de idiomas pero en la práctica es como si nunca lo hubieran llevado, aún cuando tengan un certificado que señala que se aprobó el curso.
Por ahí aparece entonces el recurso de la inmersión lingüística, es decir el viajar a otro país a aprender el idioma que se desea. Definitivamente estos cursos no prometen milagros. Nadie va a salir hablando francés por pasar cinco semanas en París, pero sin duda obtendrá mayores beneficios debido a las oportunidades que se puede obtener de una inmersión lingüística y que no se puede tener en un curso normal.
Al viajar, el medio en el que uno se encuentra no es el propio, de modo que uno se ve forzado a aplicar la lengua que se aprende aún si se equivoca. Puede que este sea el mayor de los retos, la vergüenza es algo que muchas veces ayuda poco a que las personas superen sus problemas pues los ocultan. Sin embargo viviendo en un contexto donde no queda otra que comunicarse en una sola lengua, las opciones son o que uno se encierre en su habitación o que ponga esfuerzo y empeño en practicar el idioma.
En un programa de inmersión lingüística uno puede vencer malos hábitos de aprendizaje, por un lado supera ‘la pereza lingüística’ pues se ve obligado a practicar constantemente el idioma. Por otro tiene la oportunidad de conocer el idioma que desea aprender en su contexto social, es decir de conocer la cultura que lo habla. Finalmente, y sin dejar de ser menos importante, está la oportunidad de conocer nuevas personas.