Hay una sola verdad en este caso y es que cuando uno ve algún programa por cable en su idioma original y subtitulado al español, tiene dos opciones.
Una es malcriarse y acostumbrarse a leer los subtítulos y a la arbitrariedad que estos tengan o aprender a escuchar los diálogos y olvidarse de los subtítulos.
En mi caso hice lo primero por mucho tiempo. Llevaba inglés en el colegio y me gustaba cantar canciones de mis grupos favoritos en ese idioma, para eso buscaba las letras y me las memorizaba de modo que todos pensaban (y hasta yo) que sabía mucho inglés.
Lo mismo para el caso de las series de TV o películas, no podía ver una sin que los subtítulos estuvieran en el inferior de la pantalla y no importaba si me pasaba más tiempo mirando las letras que las escenas de la serie que miraba.
Yo no aprendí inglés leyendo subtítulos, es más no hay forma de aprender un idioma si tienes de ayuda la traducción frente a tus ojos. Descubrí por oposición a esta situación, el mal hábito que había adquirido.
Cuando di mi examen de categorización, es decir aquel que te hacen para saber cuál es tu nivel, tuve muy buenas notas en escritura y en la conversación demostré una gran habilidad para comunicarme.
Esto último sin embargo se debía a que por mi gusto por las canciones en inglés había adquirido el uso de frases complejas al aprender las canciones, de modo que las repetía sin problema cuando sentía que podían ser usadas en una conversación.
Las primeras dudas comenzaron en mi primer arribo a tierras americanas, los agentes de seguridad me hablaban tan rápido que yo no entendía, pero pensé que el asunto era cuestión de nervios y ya que no pasó nada alarmante dejé de pensar en todo eso.
Cuando desembarqué y me encontré con otros alumnos que también tomarían el curso en la escuela de idiomas tampoco me sorprendí de no entender el idioma que manejaban. Después de todo, al igual que yo, ellos no hablaban el inglés como primera lengua y el acento de sus idiomas originales estaban muy marcados a la hora que pronunciaban el inglés.
El primer día que llegamos era domingo y nos llevaron a la residencia de estudiantes, dos representantes de la Escuela se presentaron para saludarnos y darnos datos específicos y fue ahí cuando mis temores comenzaron a nacer.
No entendía absolutamente nada de lo que decían, es más, instintivamente bajaba un poco la mirada como cuando lo hacía al leer los subtítulos en la TV.
Lamentablemente la vida real no tiene subtítulos.
El primer día de clases no tuve otra que comentarle mi preocupación a mi profesor del curso de inglés, este se mostró muy amable y me dijo que no me preocupara tanto. Nadie llegaba ahí sabiendo inglés y en muchos casos asistían alumnos que nunca en su vida habían tenido relación con ese idioma, y que al terminar el curso acababan hablándole y entendiéndolo bien.
Me tranquilicé un poco pero desde ese día estuve alerta todo el tiempo, cuando veía televisión no tenía los subtítulos para ayudarme así que esta vez sí debía prestar atención a los diálogos.
Afortunadamente mi profesor tuvo mucha razón, estar en un ambiente donde solo oía y hablaba inglés me ayudó a agudizar mis oídos y en general a prestar atención a todo lo que me rodeaba, así, poco a poco, fui perdiendo el miedo inicial (y olvidando de bajar la vista a la parte inferior de la televisión).
Al término de los dos meses ya estaba familiarizado con el idioma inglés, pero esta vez de verdad y no solo con esas pequeñas trampas que me había hecho yo mismo antes.
Para terminar esta entrada debo aclarar que ver películas en ingles con subtítulos en ingles es una buena forma de practicar durante nuestro aprendizaje.